domingo, 30 de octubre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 17

Lucho y su padre volvieron de Santa Fe a la una de la mañana del martes. La breve parada que habían planeado para cenar se prolongó en una charla de tres horas. Rafael, que venía registrando los cambios anímicos de su hijo, su inusual distracción, sus silencios colmados de inquietud, lo encaró sin rodeos:

-¿Qué es lo que te preocupa, Lucho?

-¿Por qué lo decís? -contestó el joven poniéndose en guardia.

-Para ser franco, no sos el mismo desde que esa muchacha reapareció en tu vida.

-No sé a quién te referís -dijo molesto.

-A la única, hijo. ¿Tengo que nombrártela?

Luciano observó el afable rostro de su progenitor y tuvo la certeza de que iría hasta el fondo para desentrañar su comportamiento. Con el tiempo descubrió que bajo esa corteza autoritaria se encubría un verdadero amigo. Se relajó y le preguntó con una sonrisa:

-¿Es tan evidente mi interés?

-Más para los de afuera que para vos -asintió Rafael. Y agregó:- ¿Qué te impide concretar la relación?

-No lo sé, papá. Me desconcierta su comportamiento. Por momentos parece rechazarme y otras veces se muestra tan adorable que me la comería a besos -dijo con ardor. -La única vez que intenté besarla me apartó y se encerró en un silencio impenetrable. Pero ayer se abandonó a mis brazos cuando la ganó la congoja y aceptó mi compañía sin discusiones. ¿Qué deducís de esta conducta, viejo?

-Que te entusiasmaste con una mina jodida, muchacho. Aunque yo no sea un experto en tácticas femeninas discurro que está interesada en vos, porque de otra manera ya te habría dado el raje -declaró al mejor estilo lunfardo.

A Luciano le arrancó una carcajada el discurso de su padre. Rafael lo miraba con placidez y apoyó el recuperado humor de su hijo con otra consideración:

-Si la conquistás, te auguro un vínculo estimulante. Pienso que detrás de esa fluctuación hay una mujer deseosa de ser amada pero temerosa de sufrir un desengaño. No te olvidés del abandono parental que padeció en su adolescencia. Todavía recuerdo con qué alegría visitaba nuestra casa. Al menos, hasta que terminó el secundario, le brindamos la ilusión de ser parte de una familia -se quedó pensando:- ¿No será que te ve como un hermano?

-¡Dame cinco minutos que la convenzo de lo contrario! -afirmó Lucho. Buscó los ojos de Rafael:- No lo dirás en serio, ¿verdad?

Su papá rió con descaro. Después respondió:

-Quería que terminaras de reaccionar. No. Ni aún dentro de su ambigüedad te consideraría un hermano. No se me escapó como evitaba cualquier acercamiento que se prestara a confusiones. Como los habituales saludos con un beso en la mejilla. Besa a todo el mundo menos a vos. ¿Caíste?

-No soy un lelo, papá. Claro que me dí cuenta. Pero mejor así, porque acabaría el beso en su boca antes de tiempo -dijo con presteza.

-Bueno, yo colaboré con el negocio de tu amada. La recomendé a la señora de Páez.

-¿Para qué necesita esa mujer compañía? Que yo sepa, se autoabastece sola.

-Para distraer a los gemelos. Tiene un evento en Rosario y Aldo no se puede quedar con los chicos. De modo que la inspiré para que venga con ellos y los deje al cuidado de esta agencia.

-¿Que las mujeres se hagan cargo de esos sátrapas? No sabés lo que decís. Las volverán locas.

-A vos te obedecen…

-Porque los amenacé con bajarles los dientes. Es el único idioma que entienden.

-Bueno. Ya está hecho. Rosa me avisó que había contratado el servicio.

-Espero que no recaiga en Sandra. Aunque te diré que ni las cinco juntas podrían domarlos. Te advierto: si ella tiene que hacerse cargo, no contés conmigo mañana.

-Ya estás liberado, paladín. Es un trabajo de rutina que puedo hacer solo. Y espero que aproveches la oportunidad -dijo Rafael con humor.

-Necesito estar a solas con ella pero alejado de situaciones problemáticas. Le propuse una visita al monte de frutales de Arancibia. Estoy seguro de que en ese lugar estará más distendida y disfrutará de la compañía de Leonor.

-¿Aceptó?

-Con reservas. Todo dependía de que no apareciera un trabajo sábado o domingo. No se te ocurra otro encargo hasta la semana que viene -le recomendó.

-Perdé cuidado. No me perdonaría frustrar tu romance. Pero ¿por qué Arancibia? Está muy lejos para ir y volver en el día.

-La idea es quedarnos hasta el domingo. No te olvides que tengo mi casita de fin de semana…

-Ah… Ya leo tu intención. ¿Y te bastarán unas horas para llevártela a la cama?

Luciano sonrió y se abstrajo en su ensoñación. Estaba seguro de que sin interferencias podría guiar a Sandra para admitir los sentimientos que ella se empecinaba en ignorar. Su padre lo estudiaba con seriedad.

-No importa cuándo la lleve a la cama, papá. Sólo quiero reducir la brecha que parece agrandarse entre nosotros. Si tengo que cortejarla un año entero lo haré -declaró.

Rafael sacudió la cabeza. Recién ahora comprendía la naturaleza de la emoción que embargaba a su hijo. Iba más allá de un simple deseo.

-Estás enamorado… -dijo en voz alta para hacer constar su descubrimiento.

-Sos una luz como siempre, papaíto -ironizó Luciano. Y agregó:- Si me la gano, la quiero siempre en mi cama: al acostarme y al levantarme. La quiero compartiendo mis logros y mis fracasos. La quiero a mi lado donde sea. La quiero madre de mis hijos. ¿Hai capito? -terminó.

-Io capisco -respondió Rafael siguiéndole el tren.- Y ahora que lo tengo claro, hablemos de tu hermana. ¿Qué opinás de su nuevo pretendiente?

viernes, 28 de octubre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 16

Elena la escuchaba y en sus ojos se reflejaba una suerte de conmiseración. Acarició la mejilla encendida de la muchacha y le dijo:

-Estás tratando de negar lo que sentís. ¿Quién te dijo que la vida es el mañana y que nos podemos cubrir de todas las alternativas? Vale la pena arriesgarse a vivir un sentimiento formidable aunque después termine en decepción. -Sonrió y la animó:- ¡Vamos, muchacha! Tengo la intuición de que estás frente a tu pareja. ¿O es que no lo ha dejado trascender?

-Sí. Creo que desde que nos reencontramos -confesó.- Y cuando estuvo a punto de besarme en la confitería bailable, o cuando aguantó mi desconsuelo el día de la madre, o cuando se preocupó por mi bienestar… -su mirada se perdió en la lejanía.- ¿Sabés? Haciendo el recuento no puedo negar que sus atenciones delatan sus sentimientos.

-¡Ah, niña! Se necesitan sólo dos dedos de frente para advertir eso. Y que yo sepa, tu coeficiente intelectual es mayor que la media. ¿Así que todavía no has probado el sabor del primer beso?

-Bueno, estaría lejos de ser el primer beso -aseguró Sandra con humor.- No pensarás que con mis otros pretendientes no me he besado…

-Con cada uno es el primer beso. Y si ha de ser con el que estés enamorada, no será comparable a ningún otro.

-¡Habló la voz de la experiencia! -rió la joven.- ¿Fue así con tu Victorino?

Las facciones de la mujer se iluminaron a la luz del recuerdo. Pareció rejuvenecer y su voz se dulcificó:

-Una noche que volvíamos de un concierto en El Círculo Victorino se cansó de mi oscurantismo. Me atrapó entre sus brazos y me plantó un beso que me dejó con la boca abierta, ocasión que aprovechó para volver a besarme. Esa noche descubrí que el hombre que consideraba mi amigo había soportado mis veleidades fraternales con la esperanza de convertirse en mi amante. Y lo fue desde ese momento porque me transformé en una mujer apasionada al calor de su caricia. Nada es comparable a ese primer contacto, querida. El mundo se abre en un caleidoscopio de emociones que te permiten entrever la existencia de Dios.

-Dicho así -murmuró Sandra- nunca lo experimenté.

-Tenés la fortuna de esperarlo en la mejor etapa de tu vida. No lo desaproveches. Además, ¿qué tan terrible puede ser intercambiar un beso? Si no te tiemblan las rodillas, será un beso más en tu colección.

-Sos terrible, Elena. Toda una dama induciéndome a una aventura -jaraneó la muchacha.

-Mmm… Después me dirás si mis consejos fueron válidos.

Terminaron de almorzar a las dos de tarde, momento en que Sandra se despidió. Manejó hasta su casa excitada por la charla mantenida con Elena y por el encuentro con sus amigas. Preparó el equipo de mate e intentó descansar hasta la hora de la reunión. Sólo estuvo tendida en la cama pero se concentró en relajarse como había aprendido en las clases de yoga. A las cinco se levantó y se lavó cuidadosamente tratando de no mojar el vendaje del hombro. Al día siguiente la curarían y posiblemente pudiera darse un baño. Se cambió y fue a la cocina a calentar el agua. Evocó a Luciano y pensó en la sorpresa que se llevaría cuando supiera del primer trabajo. Sonriendo, llevó el termo y las bandejas con galletitas al comedor y esperó el arribo de sus socias. Poco después sonó el timbre. Miró el reloj de pared pensando que se habían adelantado. Cuando bajó, vio a Romina que le sonreía desde la puerta.

-¡Vine más temprano para poder charlar a solas! -le dijo mientras le daba un beso.- ¿Cómo estás?

-Fantástica y muriendo por escucharte. ¡Corramos! -invitó mientras enfilaba hacia la escalera.

Romi la siguió y entraron riendo al departamento. Sandra observó un brillo inusual en los ojos de su amiga y un talante de placidez que daba de baja a la exaltación del día anterior. Se cruzó de brazos y le espetó:

-¿A que te diste un buen revolcón?

-¡El mejor de mi vida! Y conste que yo lo provoqué -alardeó alborozada.

-No me digas que a Mike no se le cruzó por la cabeza…

-Desde que me vio, me dijo. Pero estaba temeroso de espantarme.

-No vislumbraba con qué doncella se había topado -rió su amiga. Luego, con ansiedad:- ¿Fue como lo soñaste?

-Sí, Sandra. -dijo transportada.- Apasionado y dulce. Y la segunda vez, mejor que la primera.

-Esto último sobraba. Es como contar dinero delante de los pobres -rezongó la dueña de casa con fingido enojo.

Romina lanzó una sonora carcajada.

-Si entro en detalles es porque espero lo mismo para vos. Y algún día te voy a decir con quién… -insinuó.

-Mejor me das cátedra de cómo lo convenciste -dijo Sandra ignorando el comentario.- Así me instruyo…

-Bueno, alumna. Fuimos a cenar, después a bailar, nos besamos y cuando subimos al auto le dije con naturalidad que me encantaría conocer el hotel por dentro, porque me lo habían descrito como de muy buen gusto. Si era cierto que tenía pinturas originales en las habitaciones. Me miró como si le estuviera hablando en castellano, pero enseguida reaccionó y enfiló hacia el Ros Tower. Dejó el auto en la cochera y subimos hasta el décimo piso. La suite tiene una vista al río espectacular, pero ahí nomás, cuando la estaba contemplando, cedió su templanza y me llevó hacia la cama. Lo demás lo dejo librado a tu imaginación.

-¿Te cuidaste?

-Por las dudas yo tenía una caja de forros en la cartera, pero todo está previsto en ese alojamiento -sonrió y abrió el bolso. Sacó varios profilácticos enfundados en sobres con la marca del hotel y se los tendió a su amiga:- Tomá. Porque en breve puedas disfrutarlos -agregó con travesura.

Sandra rió con ganas. Esta Romina tenía un encanto desinhibido que le envidiaba. Se volvió para guardar los preservativos en un cajón del modular cuando sonó el timbre. Antes de atender, abrazó a su amiga y declaró:

-¡Estoy tan feliz por vos que ni siquiera me molesta mi vacío amoroso! Tu epopeya es inimitable.

-Andá a atender, farsante -dijo Romi empujándola cariñosamente.

La anfitriona volvió poco después con las amigas que faltaban. Estaban tan exaltadas por el llamado, que Abril se olvidó de indagar el extraño encargo de Sandra, y por ser ésta la única que disponía de la tarde libre, acordaron que ella se ocupara del primer trabajo. A las ocho Mike, que venía a buscar a Romina, interrumpió la charla y la mateada. La joven se despidió del grupo que terminó de disolverse media hora más tarde. Sandra se acostó a las once sin cenar, saciada por los mates y las galletitas. Antes de dormirse, le dedicó un pensamiento al ausente Luciano.

martes, 25 de octubre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 15

Sandra no podía conciliar el sueño. Se preguntaba adónde quería llegar Luciano. Se comportaba como un pretendiente. ¿Y si no era más que una actitud amigable? No, tonta. Su mirada te perturba porque percibís un interés que sobrepasa el límite de la amistad. Y vos no podés reaccionar porque en el fondo él también te atrae. ¡Pero justo en ocasión de un proyecto de autonomía! ¿Y qué significa ésto? ¿Que si lo hubieras experimentado antes ni se te habría ocurrido el tal proyecto? ¿Debo darle la razón a Elena? No. Lo que debo hacer es no renegar de lo que siento y seguir adelante con lo planeado. Sí, señor, eso debo hacer. Esta conclusión le produjo un agradable relax que la sumió en el ansiado descanso hasta la hora en que sonó el despertador. Se levantó de inmediato; se higienizó y desayunó antes de llamar al mecánico que le confirmó que podía retirar el auto. A las nueve y media estaba conduciendo hacia la casa de Elena. Se había tomado un calmante con el desayuno y el hombro apenas le dolía. Se sentía exultante esa mañana. Su alumna la recibió con el entusiasmo de siempre.

-¡Querida Sandra! Estás resplandeciente hoy. ¿Qué cambio hubo en tu vida?

-Ninguno hasta ahora -dijo con una sonrisa y admirándose de la perspicacia de la anciana.- ¿Vamos a trabajar?

La práctica le llevó dos horas al cabo de las cuales Elena insistió en que, dada la demora, almorzara con ella. Sandra aceptó porque había olvidado la oferta de Romi. La empleada acomodó la mesa en el jardín de invierno que tanto gustaba a la joven. Habían terminado de sentarse, cuando sonó el nuevo celular. La muchacha lo atendió esperanzada.

-Agencia Sus Amigas -enunció con tono profesional, y siguió una charla que terminó con una despedida hasta el día siguiente.

-¡Elena! -dijo con euforia.- ¡Nuestro primer trabajo!

-¿Y de qué se trata, querida?

-Hacerle compañía a dos niños mientras su madre asiste a un té canasta en Rosario. La señora es de Entre Ríos y llega mañana a las tres de la tarde. Hay que cuidarlos hasta las siete, hora en que regresan a su casa. Nos recomendó el padre de Romina. -hizo una pausa.- Y a propósito de Romina…, qué raro que todavía no me haya llamado.

Su alumna la miró interrogante. Sandra le refirió el encuentro del sábado y la posterior salida. Algo en su expresión motivó el comentario de Elena:

-Parece un joven generoso el hermano de tu amiga. ¿De qué se ocupa?

-Es ingeniero agrónomo. Lo curioso es que lo conozco desde el secundario, pero hacía seis años que no nos veíamos. Si lo hubiera encontrado en la calle no lo hubiera reconocido.

-¿Dirías que ha mejorado? -le preguntó con interés.

-¡Ya lo creo! De un flacucho hermético pasó a ser un hombre apuesto y decidido.

-Veo que te ha impresionado… -deslizó Elena.

-Nada más que porque tengo ojos en la cara -dijo indiferente. E insistió:- Qué extraño el silencio de Romi… Le voy a mandar un mensaje. ¿Me disculpás, Elena? -tomó por afirmativo el gesto de la mujer y escribió dos mensajes: uno particular para Romina y otro general para todas sus socias anunciando al primer usuario y convocando a una reunión para esa tarde.

Un minuto después recibía las respuestas. Sonrió ante las manifestaciones de sus amigas y el provocativo “súper” de Romina. Centró su atención en Elena que la esperaba pacientemente.

-Esta tarde nos vamos a reunir en casa para compartir este primer llamado y decidir quién lo atenderá. Además, estoy ansiosa por saber cómo le fue a Romina con su Mike -dijo con una risita.

-Hay que ver… -reflexionó su alumna.- La semana pasada no contaban con ningún pretendiente y ahora aparece uno de la nada y otro asoma desde el pasado. ¿No es providencial?

-Elena… -regañó Sandra.- Te estás dejando llevar por tu imaginación. Lo de Romi es temporario y lo que me atribuís no existe. Lo concreto es el resultado de nuestro plan. ¡Funciona! -exclamó alborozada.

-Estoy segura de que así será -ratificó la mujer con afecto,- pero esa historia pertenece al futuro. Ahora a esta vieja curiosa le interesa más saber algo más del hermano de tu amiga. ¿Cuál me dijiste que era su nombre?

-No te lo dije. Se llama Luciano y le dicen Lucho -contestó la joven.

-¿Y Luciano no te hace siquiera cosquillas? -los ojos de Elena brillaban juguetones.

Sandra inclinó la cabeza y cruzó los brazos tomándose de los codos. Una sonrisa silenciosa distendía apenas sus labios.

-¿Sabés qué? -dijo por fin.- Necesito un confidente y sé que te distinguís por tu discreción. -Se desenlazó y subrayó su discurso levantando el índice- ¡Por eso nomás!

-Por lo que sea -dijo Elena con mesura.- Estoy ansiosa de escucharte.

-No sé que me pasa, Elena. -Hizo una pausa.- Luciano me atrae pero a la vez siento que amenaza este mundo que construí con tanto esfuerzo. Cuando estoy con él tiendo a olvidarme de mi autonomía y siento la tentación de abandonarme a sus decisiones.

-¡Vaya que te hace cosquillas! Me parece que si te dejaras llevar descubrirías emociones que todavía no has vivido.

-Me da un poco de miedo. ¿Y si él no responde a mis expectativas o yo no respondo a las suyas? Es el hermano de mi mejor amiga y no quiero que nada interfiera entre nosotras.

domingo, 23 de octubre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 14

-¡Vaya! ¿Y por qué no pusieron una agencia de detectives en vez de acompañantes? -bromeó el joven.

-Todavía no te tomás en serio nuestro proyecto -Sandra ladeó la cabeza y lo miró con reproche.

Él tardó en contestar abstraído en la contemplación de la carita enfadada que invitaba al beso. Reaccionó al recordar el comportamiento que se había impuesto.

-No te enojes -dijo calmoso.- Fue una broma. ¡Claro que tengo en cuenta la nueva actividad de mis chicas! Y me ocuparé de difundirla -afirmó.

-Eso de mis chicas suena paternalista -acusó la muchacha.

-Sandra, Sandra... Está visto que todo lo que digo es desafortunado. Si me das letra, prometo responder lo que mandes.

A ella se le impuso lo absurdo de su enfrentamiento y de la propuesta de Lucho. Se largó a reír francamente mientras el hombre la miraba entre sonriente y desconcertado. En su vida de macho adulto no se había cruzado con una mujer tan imprevisible. ¿Sería por eso que no habían prosperado sus relaciones? Había llegado el momento de comprobarlo si superaba los desentendimientos en su interacción con Sandra.

-Disculpame. No sé por qué estoy tan susceptible y sobre todo con vos que no tenés más que atenciones conmigo -murmuró ella en tono conciliador.

-Hoy no tuviste el mejor día -respondió él comprensivo.

Sandra bajó los ojos y por un momento su rostro exhibió una conmovedora orfandad. Luciano desfallecía por tomarla en sus brazos y consolarla a fuerza de caricias y palabras amorosas. ¿Cómo explicar este sentimiento que se había gestado en tan poco tiempo? No lo sabía, pero de algo estaba seguro: quería estar con ella, hacerla vibrar con sus besos, rendirla a esa pasión que había prorrumpido en su vida nada más verla. Se forzó a silenciar sus anhelos para ceñirse a la figura amigable por la que había optado.

-¿Cómo va tu hombro? -le preguntó.

-Me duele un poco, pero me tomaré el calmante después de comer.

-Tal vez mañana te convenga guardar reposo para acelerar la cicatrización.

-¡Ni soñando! A primera hora iré a buscar el auto y de allí a trabajar. La herida no me impide mover el brazo, así que podré manejar.

-Una chica decidida -rió Lucho.- ¿Y cuál es tu trabajo?

-Como cosa fija, tengo cinco alumnos de computación. Una mujer y cuatro hombres.

-Los envidio. ¿No querrías darme clases?

-Sólo tomo mayores de setenta -dijo divertida.- Son constantes y agradecidos.

-Yo también puedo serlo -insinuó él buscando su mirada.

Sandra sacudió la cabeza con una sonrisa. La llegada de la comida la exceptuó de una respuesta.

-¡Ah, era hora! -exclamó.- Me muero de hambre.

Luciano se ocupó de trozar la carne asada y repartirla mientras ella condimentaba la ensalada. Comieron en silencio. La muchacha concentrada en su plato y el hombre concentrado en ella. Se sentía inexplicablemente feliz por compartir ese momento. Desechó el pensamiento de que pronto debería dejarla para disfrutar de esa oportunidad única. Sandra dejó los cubiertos y tomó un sorbo de vino.

-No comiste nada, Lucho. ¿Estás inapetente?

Cómo explicarte que vos me completás, pensó él. Dijo en cambio:

-Es que comí demasiado al mediodía. ¡Pero vos sí que tenías hambre…! -aseveró.

-Y ahora estoy maravillosamente satisfecha -declaró. A continuación:- Ahora te toca el turno de contarme algo acerca de tu trabajo.

-En este momento estoy planificando un monte de frutales para un hacendado de Santa Fe -explicó Lucho gratamente sorprendido por su interés.

-¡Debe ser fascinante…! -dijo Sandra acodada en la mesa y sosteniendo la cabeza en el triángulo formado por sus palmas.

-Lo es, especialmente a medida que prospera. -sonrió el joven.- Ya tengo uno en crecimiento en Arancibia. Lo diseñé hace seis años, antes de recibirme. Una dama encantadora confió en el entusiasmo de un novato y me estimuló a proyectarlo.

-¡Ah…! ¿Una dama encantadora? ¿Y vive en Arancibia? ¿Adónde queda? -preguntó la muchacha.

A Luciano le sonó como el reclamo de una novia celosa y, aunque fuera nada más que una figuración, se congratuló por ello.

-¿Qué te respondo primero? -dijo con humor.- A ver… Arancibia queda a cuatrocientos kilómetros de Rosario, es una pequeña ciudad agrícola ganadera, y la dama vive en una estancia.

-La dama encantadora -subrayó Sandra.

-Debieras conocerla -dijo él con despreocupación.- Estoy seguro de que congeniarían.

-¿Por qué lo decís?

-Porque es terca, expeditiva y seductora. Siempre se sale con la suya.

-Congeniar remite a coincidir. ¿Es así como me ves?

La respuesta del hombre fue una mirada insondable que la mujer rehuyó con inquietud. Él reforzó las razones para visitar el lugar:

-Te gustarán los árboles florecidos y podrás disfrutar de una cabalgata por la hacienda. Tengo que ir la semana que viene. ¿Me acompañás?

-Yo no sé cabalgar -fue lo único que se le ocurrió a la muchacha para rechazar la propuesta.

-Seré tu maestro -aseguró Lucho.

-Tengo toda la semana ocupada con mis alumnos.

-No es problema. Por la distancia, suelo ir los fines de semana.

¿Pero este hombre no se desalienta con nada?, pensó Sandra. Recuperó el dominio y respondió:

-No sé, Luciano. Te agradezco la invitación. Pero todo depende de los resultados de nuestra empresa.

-Entonces -dijo él inclinándose hacia ella- si no tenés compromisos el fin de semana que viene, cuento con vos.

-De acuerdo -dijo ella para concluir el tema.- Ahora quisiera volver a casa. Me espera un día agitado.

miércoles, 19 de octubre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 13

Lo primero que hizo cuando entró a su departamento fue tomar el calmante. Después se quitó la remera que le había devuelto Romina para reemplazar la salpicada con sangre y terminó de desvestirse. Se higienizó como pudo y se puso el camisón. Un confortable sopor la ganaba. Se acostó segura de que pronto estaría dormida. El sonido del celular le anunció una llamada.

-Hola, Romi -dijo con voz lánguida.- Estoy a punto de entregarme a los brazos de Morfeo.

-¿Y qué ha hecho él más que yo para merecer semejante privilegio? -la voz masculina sonó acariciadora.

-¡Lucho! ¿Qué hacés con el teléfono de Romi? -gritó escandalizada.

La agradable carcajada del joven acompañó su respuesta:

-Me lo prestó porque yo no tengo tu número y quería saber cómo estabas.

-Estoy bien. Y eso de usar el celu de tu hermana no lo está. Yo podría haber contestado algo que hiriera tu sensibilidad -expresó enfadada.

-Veo que te estás reponiendo -dijo él risueño.- Te paso con Romina que está colgada de mi brazo para que le devuelva el teléfono.

-¡Sandra! ¿Estás bien? ¿Querés que vaya a quedarme con vos?

-Sí a lo primero y no a lo segundo. Ahora sólo quiero dormir y vos… dedicarte a Mike, si mal no recuerdo.

-¿Me prometés que me llamarás si necesitás algo?

-¡Sí, madre Teresa! Hablame cuando vuelvas. Chaucito. -Cerró el celular y se tiró en la cama con un suspiro. Su postrer pensamiento fue para el reclamo de Luciano.

A las ocho de la noche se despertó. Había dormido apoyada sobre el costado lastimado y unas punzadas dolorosas se difundían desde el hombro hasta el brazo. Se levantó para aliviar la presión pensando en tomar otra pastilla, pero no habiendo transcurrido las ocho horas decidió postergarlas. El hambre la acometió. Su estómago le recordaba haber comido frugalmente en casa de Romina. Se vistió y fue a revisar la heladera. Nada de lo que había le apetecía. Tendría que salir a comprar algo. Mientras buscaba la cartera, sonó el celular. Desconocido, indicaba.

-¡Hola!

-Pensé que te despertarías con hambre y para aliviarte te invito a cenar.

-Decime, Lucho, ¿no tenés una novia que atender? -le preguntó incisiva.

-A la de Morfeo, nomás. ¿Bajás?

-¿Adónde estás?

-En la puerta de tu edificio. Te espero.

Sandra cerró el teléfono y se preguntó si Luciano la estaba rondando. ¿Era sólo el interés de un amigo o la pretensión de un hombre? Está bien que yo haya fantaseado con él, se dijo. Pero lo mío era un juego personal que no lo comprometía. No quiero perder a mi amiga por rechazar a su hermano. ¿A qué viene esto de rechazar si nada me ha ofrecido? Conque no le de oportunidad… Tomó un abrigo y la cartera y salió de su departamento. Iría a comer con él y lo observaría. Estaba decidida a desbaratar cualquier principio de acercamiento. Cuando abrió la puerta del edificio y lo saludó con formalidad, Lucho intuyó que su vehemencia la inquietaba. Despacio, se dijo. No es cuestión de perder la ventaja ganada. Hoy se centraría en el rol del amistoso hermano mayor de Romi preocupado por el bienestar de su mejor amiga. Abrió la puerta del acompañante para que ella se acomodara en el auto y antes de arrancar le preguntó:

-¿Tenés preferencia por algún lugar?

-Lo que tengo es hambre. Elegí vos.

Él hizo un gesto de asentimiento y puso el coche en marcha. Eligió una parrilla cercana y a las ocho y media estaban encargando la comida. Sandra guardaba silencio, alerta a las palabras que pudiera pronunciar su acompañante. El sonido del celular de Luciano quebró el impasse.

-¿Qué pasa Romi? -preguntó y fue sonriendo a medida que escuchaba a su hermana.- Quedate tranquila que está conmigo -hizo una pausa:- Sí, sí, ya te la paso.- Le extendió el teléfono a Sandra.

-¡Sandra! ¡Te llamé al fijo y al celu y me asusté porque no atendías…!

-Lo siento, Romi. Me olvidé el teléfono en casa. Tu hermano tuvo la gentileza de invitarme a cenar y ya sabés, con tal de no cocinar salgo corriendo del departamento -rió.- ¿Y a vos cómo te va?

-De diez… -susurró. Y en tono normal:- Bueno, si estás con Lucho me despreocupo. ¿Vas a trabajar mañana?

-Seguro. Después de buscar el auto.

-Te llamo al móvil cerca del mediodía. Tal vez podamos encontrarnos para almorzar.

-Si tus compromisos te lo permiten… -dijo Sandra con picardía.

La risa fresca de Romina, antes de cortar, la indujo a sonreír. Luciano la miró con expresión interrogante cuando le devolvió el aparato.

-Estoy de parabienes -declaró ella.- Un hermano me invita a cenar y otro a almorzar. ¿Qué te parece?

-Que te lo debés merecer -dijo Lucho. Después:- ¿Romina estaba con Mike?

-Sí. Pero está en buenas manos. Hicimos un pequeño trabajo de investigación para recabar datos sobre su persona y todos coinciden en que es de fiar.

sábado, 15 de octubre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 12

El joven entró al comedor adonde estaba reunida la familia.

-¿Y Sandra? -preguntó su madre, afligida.

-Se está arreglando. -Miró a su hermana y a Michael y dijo anonadado:- ¡Podrían haberla matado!

-¡Sí, Lucho! Y no me lo hubiera perdonado. Debí insistirle para que viniera a casa, pero ella se negó porque este festejo la deprime.

Dejaron de hablar porque Sandra hizo su aparición. Se veía tan frágil con el hombro vendado, los ojos enrojecidos y brillantes por las lágrimas recientes y la cara pálida y sin maquillaje, que Luciano hizo un esfuerzo por no arrebatarla entre sus brazos y besarla hasta borrar de su rostro todo vestigio de tristeza. Su mamá corrió hacia ella y la abrazó cuidando de no apretarle el brazo:

-¡Sandra querida! ¡Qué disgusto! Pero hay que agradecer que no fue más grave… -dijo con la resignación de los que viven bajo la inseguridad.

Rafael se acercó para darle un beso. La escoltó hasta la mesa y corrió la silla para que se sentara:

-Me alegra que estés con nosotros aunque deba lamentar el motivo.

-Gracias, Rafael -dijo con una sonrisa pálida.- Yo también me alegro siempre de verlos.

Luisa, ayudada por Romina, fue sirviendo los platos. Se despreocupó de su hija porque la vio ilusionada con el inglés que le había caído bien y que no ocultaba el interés por Romi. Pero Luciano… Algo había cambiado en el carácter de su hijo desde que volvieron de las vacaciones. Parecía haber adquirido una madurez más profunda y, observando la concentración con que miraba a Sandra, no dudó que la joven era responsable de la transformación. Una leve inquietud la dominó por conocer el entorno en que se había criado la chica con unos padres desamorados y egoístas que no le habían brindado el mejor modelo de relación de pareja. ¿No era que uno tendía a repetir los esquemas? ¿Cómo afectaría a Lucho un fracaso sentimental? Se reprochó por atribuirle a la castigada muchacha conductas que sólo su temerosa alma de madre suponía. Observó que habían terminado de comer y se levantó para llevar los platos a la cocina. Sus hijos la ayudaron y volvió con el postre. Poco después pasaban a la sala para tomar un café. Sandra rechazó la infusión alegando que deseaba volver a su casa.

-Yo te llevo -afirmó Luciano.

La joven no intentó oponerse. Saludó a la familia, y Romina y Mike la acompañaron hasta la puerta adonde ya estaba estacionando Lucho el auto. Abrazó a su amiga y le agradeció a Mike el auxilio mientras Luciano mantenía abierta la puerta del acompañante. Se volvió a saludar cuando el coche arrancó.

-¿Tenés el calmante que te recetaron? -preguntó el conductor.

-No. Lo tengo que comprar.

-Pasaremos por una farmacia.

Se bajó en la primera que encontró para informarse de las que estaban de turno. Cuando volvió al automóvil le pidió la receta que Sandra sacó de su bolso. Condujo varias cuadras, estacionó, y volvió poco después con el medicamento.

-Gracias -dijo la muchacha al recibirlo.

Vivía la inusual experiencia de ser sujeto de cuidados cuando había tenido que aprender a protegerse a sí misma. ¿Por qué no abandonarse por un momento a la fantasía de que alguien se ocupara de su bienestar? Luciano se comportaba como si fuera su novio. No… Más parece un marido compartiendo las contingencias de la vida cotidiana, pensó. Observó el perfil de su acompañante y permitió que los ensueños, asiduos compañeros de su soledad afectiva, la sumergieran en sensaciones que su razón objetaba. Cuando lleguemos a casa cuidará de que me tome el calmante. Me dirá que hubiera querido estar conmigo para defenderme y me abrazará con delicadeza. Nos acostaremos a dormir la siesta y no haremos el amor porque la pastilla que tomé me dará mucho sueño. Descansaré acurrucada contra él, me besará suavemente para no despertarme y también se dormirá. Después se levantará y me traerá la merienda a la cama. Me despertará…

-¡Un centavo por tus pensamientos! -la voz de Lucho la sacó de su abstracción.

Sandra se sonrojó como si él los hubiera leído. Giró la cabeza hacia la ventanilla para ocultar su turbación y contestó contra el vidrio:

-¡Ah…! Plata malgastada. No pensaba en nada.

Escuchó la risa profunda del hermano de Romi y su impugnación:

-No te creo. Las mujeres no le dan tregua a su cerebro. Pero si no me querés decir en qué estabas absorta, vale.

Ella sonrió y volvió a mirar al frente. Poco después llegaban a su edificio. Luciano se bajó y la siguió hasta la puerta. Cuando estaba abriendo, le dijo:

-Te acompaño hasta que entrés a tu departamento.

-Y entonces yo tendría que bajar para abrirte la puerta -le contestó riendo.- Voy a estar bien. Y gracias, Lucho, por aguantarme. -Se paró en punta de pies y le dio un beso en la mejilla. Se metió en el palier antes de que él reaccionara y le sonrió detrás de la puerta vidriada. Después, le dio la espalda y subió la escalera hasta desaparecer de la vista de un hombre anonadado por el beso imprevisto.

miércoles, 12 de octubre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 11

Sandra volvió a ser presa de ese interrogante que la perseguía desde su niñez. ¿Por qué era ella tan diferente a los demás? O más bien ¿por qué no tenía una familia como los demás? Hija única de padres separados y con una madre que se empeñaba en convivir con cada nueva conquista -de algunas de las cuales tuvo que defenderse-, recién logró independizarse este año. La tirante relación que mantenía con su progenitora se había convertido en indiferencia y estaba segura de que su lejano padre, con el tercer matrimonio en su haber, apenas recordaba su existencia. Abrumada por un sentimiento de amargura, no reparó en el adolescente que desde atrás tiró de su larga cabellera para hacerle perder el equilibrio. Cayó con un grito y atinó a aferrar la carterita que llevaba colgada en bandolera.

El muchacho la insultó y le dio un golpe de puño en la cabeza ante su resistencia mientras ella le gritaba que la dejara y sujetaba el bolso. Cuando sacó la navaja se cubrió instintivamente la cara con el antebrazo. Escuchó a lo lejos el llamado de Romina y un agudo dolor en el hombro antes de que el arrebatador saliera corriendo. Su amiga se agachó sobre ella sollozando y Mike, observando la herida que sangraba, se sacó el cinturón y se lo ajustó debajo del pecho.

-Voy a buscar algo para vendarla y después la llevaremos a un hospital -le dijo a la conmocionada Romina.

Ella asintió y le habló a su amiga temiendo que perdiera el sentido:

-¡Sandra! ¿Cómo te sentís? ¿Te duele mucho? ¡Yo tengo la culpa por haberte dejado ir sin acompañarte…! -volvió a gimotear.

-¡No seas zonza! Yo me distraje -la consoló.- Ayudame a levantarme.

-¡Esperá que vuelva Mike! No vayas a provocar una hemorragia.

El nombrado apareció corriendo con un rollo de tela y le practicó un vendaje de emergencia mientras varios curiosos se congregaban alrededor del trío. Un empleado del bar traía una silla que colocó cerca de la víctima.

-¿Puedes levantarte? -preguntó Mike en castellano. Ella asintió y él la sostuvo hasta que estuvo incorporada.- Siéntate -le pidió guiándola hacia la silla. Se volvió hacia Romina y le dijo:

-Voy a traer el auto. Vigila que no se caiga.

Romi se instaló al lado de su amiga preocupada por la palidez de su semblante. La joven no había proferido ninguna queja pero a ella le parecía que estaba en estado de shock. Con alivio, divisó el rodado de Mike que avanzaba sobre el pasto. Lo estacionó cerca de la silla y ayudó a Sandra a entrar en el coche. Romina le indicó como llegar al sanatorio más cercano adonde le dieron unos puntos y la vendaron. El médico elogió los primeros auxilios prestados por Michael que impidieron una hemorragia importante. Le recetó un calmante y le dijo que volviera en dos días para una curación.

-Ahora vendrás a casa -señaló Romina- porque no te vamos a dejar sola.

-Pero si ya estoy bien… -protestó Sandra.- Este vendaje es como un yeso, no hay peligro de que me sangre.

-Elegí -dijo su amiga con firmeza.- O nos quedamos con vos y adiós el festejo de mamá, o venís a casa, comés y después te acompaño a descansar.

-Me estás chantajeando -rezongó Sandra.- No quiero que tu madre prescinda de la presencia de su hijita. Pero almuerzo con ustedes y después vuelvo a casa.

-¡Bien! Después lo discutimos -aceptó Romi y se lo transmitió a Mike.

Durante el trayecto a la casa de su amiga Sandra cayó en la cuenta del peligro que había corrido, del ensañamiento del joven frustrado por no poder robarle y de su alocada resistencia. Cuando entró al hogar de Romina escuchó reír a Luisa y su vacío afectivo la llenó de congoja. Antes de ingresar al comedor, apareció Lucho que se sobresaltó al verla vendada y con la remera ensangrentada. Sin saludar a su hermana ni a Mike se plantó frente a Sandra, apoyó la mano sobre su hombro sano y pronunció conmovido:

-¿Qué te pasó?

Sandra se desmoronó. Los sollozos que había contenido irrumpieron ante la preocupación de Luciano. El joven la sostuvo contra su pecho mientras le acariciaba la cabeza y le prodigaba palabras de consuelo que iban licuando la angustia sofocada. Romina intentó acercarse pero las palabras de Mike la disuadieron:

-Déjala que necesita desahogarse. Se contuvo demasiado y el llanto la aliviará. ¿Vamos a saludar a mamá? -le propuso con humor.

Romi intuyó que su amiga estaba bien protegida entre los brazos de su hermano, de modo que tomó a Mike de la mano y entraron al comedor. Después de los parabienes les relató el incidente sufrido por Sandra y detuvo a sus padres que querían verla:

-Ya la está confortando Lucho y no les agradecerá que lo interrumpan -advirtió con un guiño.- ¿Qué tal si tomamos una copa hasta que vengan?

Luciano la cobijó hasta que ella, aplacada su tribulación, se separó sin violencia.

-Perdoname -murmuró.- No sé que me pasó. No lloro a menudo.

La mirada del hombre fue acariciante y la hizo sentir inerme, emoción a la que una muchacha solitaria no podía abandonarse. Lucho se inclinó hacia ella y le requirió:

-Contame que pasó.

Más calmada, le refirió el asalto y el posterior auxilio de Romina y Mike. Después le anunció que deseaba refrescarse y pasó al baño de la planta baja.

domingo, 9 de octubre de 2011

AGENCIA DE ACOMPAÑANTES - 10

Se levantaron a las ocho. Romina cambió su vestido de noche con prendas que le prestó su amiga, tomaron un café y salieron para el hotel. A las nueve y media estaban preguntando por Michael en la recepción.

-El señor Lemacks todavía no bajó -les informó el empleado.- ¿Desean que les comunique con su habitación?

-¡No, gracias! Lo esperaremos -afirmó Sandra.- ¿Y el señor Anderson?

-Dejó el hotel anoche. No volverá -aclaró mirando a la joven con aire compasivo.

-Te agradezco la información -dijo la muchacha.- ¿Vamos a sentarnos, Romi?

Se acomodaron en los cómodos sillones y Sandra se largó a reír.

-Debe creer que me hizo la pera -le cuchicheó a su amiga.- ¿Viste con qué piedad me miró?

-Sí. Un poco más, te invita a salir con él -bromeó Romina. Se puso seria y preguntó:- Hablaste de averiguaciones. ¿A qué te referías?

-Hablar con Abril para que indague con los empleados de este hotel acerca de Mike. Siendo colegas, no le negarán ninguna información -dijo resuelta.

Sacó el celular y estuvo conversando varios minutos con la contadora. Colgó con aire de satisfacción:

-Antes del mediodía, si las referencias son favorables, te verás libre de mi presencia.

Romina no respondió porque divisó a Michael saliendo del ascensor. Se levantó y alzó el brazo para llamar su atención. El rostro del hombre permutó de la confusión a la alegría. Caminó con soltura hacia ellas y les dio un beso en la mejilla.

-¿A qué debo esta espléndida sorpresa? -preguntó sin apartar los ojos de Romi.

-Queremos retribuir tus atenciones e invitarte a desayunar -respondió con una sonrisa. Le tradujo a su amiga que asintió con un gesto.

-¿Aquí o debo sacar el auto?

-Cerca. Iremos caminando -dijo Romina en inglés. Se volvió hacia Sandra y la consultó:- Estamos a tres cuadras de Quillahua, ¿te parece bien?

-Perfecto -aceptó su amiga.- Y charlá tranquila con tu yanqui que no me voy a aburrir.

Romi se rió y le indicó la ruta a Mike. Caminaron bajo un sol primaveral que prometía una tarde calurosa. Romina hacía de profesora entre Sandra y Michael. Les explicaba por turno cómo preguntar y responder en el idioma que ignoraba cada uno para poder entenderse. Entre risas entraron a la confitería. Ellas encargaron el desayuno típico argentino: café con leche, medialunas dulces y saladas, tostadas con manteca y mermelada. Michael, aparte de comer con apetito, también se comía con los ojos a Romina. Sandra sospechó que en ese momento de la pareja, se estaba transformando en la tercera en discordia. Una hora después vibró su celular anunciando un mensaje. Era de Abril. Se disculpó con sus acompañantes y salió fuera del local para hablar sin oyentes. Su amiga le confirmó la identidad de Michael, el buen concepto que tenían del empresario y la dirección y teléfono de su residencia particular. Sandra le prometió que apenas se vieran le iba a contar el motivo de su petición. Se despidieron cuando le dijo que se quedaba sin crédito. Volvió a la confitería con semblante festivo y le anunció a Romi:

-Te aviso que desde ahora me van a extrañar.

A su amiga se le encendieron los ojos. Michael no comprendió las palabras de Sandra pero supuso que encerraban un mensaje satisfactorio para las jóvenes.

-Hablé con mamá y, como hoy es su día, comeremos en casa. Quiere que vengas con nosotros -añadió Romina.

-¡Ah…! Ya sabés. No me da por festejar el día de la madre. Pero agradecele y dale un beso de mi parte.

-No quiero que almorcés sola…

-¿Qué diferencia hay con cualquier otro día? -dijo Sandra con cierta amargura. Cambió el gesto y manifestó:- Es casi medio día y no querrás hacer esperar a tu mami. Me voy y mañana nos hablamos. -Se levantó y saludó a la pareja.

Los dos la vieron bajar por la escalera que accedía al bar y cruzar el camino pavimentado hacia el espacioso terreno que comunicaba con el parque.